La verdad esta vez chicas quiero compartir con ustedes una reflexión personal a partir de mi experiencia con el asunto en cuestión. Sigo pegada con mi ex. Sí, lo confieso, en algún momento pasé por esta etapa de enamorada eterna psico.
Uf qué tema, no!? Es difícil y doloroso, pero como todo en esta vida, se rige por procesos, algunas veces mal elaborado, algunos otros saltados, etc.
En realidad, más que darles definiciones acerca de las etapas del duelo por la que todo ser humano pasa cuando pierde a alguien querido, quiero desarrollar un relato que le sirva a quien lo lea como un apoyo si es que está pasando por lo mismo, para que pueda darse cuenta de que no está sola y que este estado no tiene por qué ser eterno.
Tuve una relación de 2 años y medio con un hombre menor que yo. Al inicio todo era una maravilla, el momento idílico del enamoramiento inicial fue un verdadero sueño, un cuento de hadas. El era mi príncipe azul y por fin lo había encontrado.
El primer año de relación transcurrió con mucha calma, sentía que cada vez me enamoraba más de este hombre maravilloso que la vida había puesto en mi camino. Era bueno en todos los sentidos, era guapo, fuerte, protector, cariñoso, sensible, todas aquellas cosas con que la gran parte de las mujeres soñamos con encontrar en un hombre. Me llenaba completamente.
Pasó el tiempo y resulta que este Superman comenzó a cambiar, a volverse celópata y absorbente, por lo que la relación se fue viendo cada vez más resentida y yo, por supuesto, estaba cada vez más agotada. Esto me hizo tomar la determinación de cortar el vínculo y empezar a salir con una persona nueva de inmediato bajo el típico “un clavo saca otro clavo”. Claro, yo lo adoraba, pero sabía que en el fondo esa relación no tenía ningún futuro, por lo que recurrí al medio más bajo para terminar todo.
Al tiempo se enteró de la situación y terminó por sacarme definitivamente de su vida usando el mismo método. Al cabo de 1 mes ya tenía una pareja nueva (incluida presentación familiar y de amistades por ambas partes).
Me rompió el corazón verlo con otra persona, pero ya no había más que hacer. Intenté pedirle perdón, pero nada funcionó.
Me cambié de casa y de ciudad, pero era evidente que donde fuera su recuerdo iba conmigo. Se me hacía imposible olvidarlo.
Pasó un año y nos volvimos a encontrar por causalidades de la vida (y amigos en común) le declaré mi amor y le dije que lo seguía queriendo. Estuvo conmigo en ese momento, pero al día siguiente volvió a estar con su pareja igual que siempre y como si nada hubiese pasado.
Volví a mi ciudad anterior, corté comunicación, bloquee de todas las redes sociales posibles, pero aun así se conseguía mi número y seguíamos hablando.
Pasaron 3 años y seguía con la esperanza de reencontrarnos alguna vez, de correr a sus abrazos y que me dijera que nada había pasado y que estaba ahí de nuevo, dispuesto a estar conmigo. Pero…¿saben qué? Aunque suene duro eso nunca ocurrió, ni ocurrirá. Me di cuenta de que estaba enamorado de su novia y que solo me usaba cuando tenían algún problema y necesitaba distracción o simplemente seguir enriqueciendo su egolatría.
Idealicé, me esperancé, me permití sufrir por su ausencia mucho más de la cuenta, cuando él ya tenía su vida resuelta. Me quedé pegada.
Esto no quiere decir que debamos cegarnos en rencor para deshacernos del sentimiento que nos ata al ser querido, sino que alude a que los tiempos del corazón son distintos para cada uno. El que yo haya seguido enamorada por años no significaba que el siguiera sintiendo lo mismo por mí.
A veces esta vida es muy injusta y nos enamoramos de quien no nos ama, pero así como es injusta, también es lo contrario, porque en el momento preciso nos enseña a darnos cuenta del trasfondo de las cosas, nos despierta y nos da herramientas para pararnos más firme luego de las adversidades.
Todo pasa por procesos y así como enamorarnos pasó a medida que transcurría el tiempo, el des-enamorarnos tiene sus ritmos distintos y personales. Pienso que el primer paso para retomar las riendas de nuestra vida sentimental en estos casos, es abrir los ojos, dejar de idealizar y por sobre todas las cosas ser capaces de darnos cuenta que valemos como mujeres y que no podemos permitirnos llorar más de la cuenta. Aunque el llanto sea catártico, a veces el sufrimiento es opcional.
Un gran abrazo! Val